12.2.11

Oh, absurdo...


...qué sería de nosotros sin vos? 
Dejo un fragmento de la que es mi obra de teatro favorita, espero que la disfruten ^^


SR. SMITH: (Sigue leyendo el diario) –Hay algo que no comprendo. ¿Por qué en la sección del registro civil del diario dan siempre la edad de las personas muertas y nuca la de los recién nacidos? Es absurdo.

SRA. SMITH: -¡Nunca me lo había preguntado!

(Otro momento de silencio. El reloj suena siete veces. Silencio. El reloj suena tres veces. Silencio. El reloj no suena ninguna vez.)

SR. SMITH: (siempre absorto en su diario) – Mira, aquí dice que Bobby Watson ha muerto.

SRA. SMITH: -¡Oh, Dios mío! ¡Pobre! ¿Cuándo ha muerto?

SR. SMITH: -¿Por qué pones esa cara de asombro? Lo sabías muy bien. Murió hace dos años. Recuerda que asistimos a su entierro hace año y medio.

SRA. SMITH: -Claro está que lo recuerdo. Lo recordé en seguida, pero no comprendo por qué te has mostrado tan sorprendido al ver eso en el diario.

SR. SMITH: -Eso no estaba en el diario. Hace ya tres años que hablaron de su muerte. ¡Lo he recordado pro asociación de ideas!

SRA. SMITH: -¡Qué lástima! Se conservaba tan bien.

SR. SMITH: -Era el cadáver más lindo de Gran Bretaña. No representaba la edad que tenía. Pobre Bobby, llevaba cuatro años muerto y estaba todavía caliente. Era un verdadero cadáver viviente. ¡Y qué alegre era!

SRA. SMITH: -La pobre Bobby.

SR. SMITH: -Quieres decir “el” pobre Bobby.

SRA. SMITH: -No, me refiero a su mujer. Se llama Bobby como él, Bobby Watson. Como tenían el mismo nombre no se podía distinguirlos cuando se los veía juntos. Sólo después de la muerte de él se pudo saber con seguridad quién era el uno y quién era la otra. Sin embargo, todavía al presente hay personas que la confunden con el muerto y le dan el pésame. ¿La conoces?

SR SMITH: -Sólo la he visto una vez, por casualidad, en el entierro de Bobby.

SRA. SMITH: -Yo no la he visto nunca. ¿Es bella?

SR. SMITH: -Tiene facciones regulares, pero no se puede decir que sea bella. Es demasiado grande y demasiado fuerte. Sus facciones no son regulares, pero se puede decir que es muy bella. Es un poco excesivamente pequeña y delgada y profesora de canto.

(El reloj suena cinco veces. Pausa larga.)

SRA. SMITH: – ¿Y cuándo van a casarse los dos?

SR. SMITH: – En la primavera próxima lo más tarde.

SRA. SMITH: – Sin duda habrá que ir a su casamiento.

SR. SMITH: – Habrá que hacerles un regalo de boda. Me pregunto cuál.

SRA. SMITH: – ¿Por qué no hemos de regalarles una de las siete bandejas de plata que nos regalaron cuando nos casamos y nunca nos han servido para nada?... Es triste para ella haberse quedado viuda tan joven.

SR. SMITH: – Por suerte no han tenido hijos.

SRA. SMITH: – ¡Sólo les falta eso! ¡Hijos! ¡Pobre mujer, qué habría hecho con ellos!

SR. SMITH: – Es todavía joven. Muy bien puede volver a casarse. El luto le sienta bien.

SRA. SMITH: – ¿Pero quién cuidará de sus hijos? Sabes muy bien que tienen un muchacho y una muchacha. ¿Cómo se llaman?

SR. SMITH: – Bobby y Bobby, como sus padres. El tío de Bobby Watson, el viejo Bobby Watson, es rico y quiere al muchacho. Muy bien podría encargarse de la educación de Bobby.

SRA. SMITH: – Sería natural. Y la tía de Bobby Watson, la vieja Bobby Watson, podría muy bien, a su vez, encargarse de la educación de Bobby Watson, la hija de Bobby Watson. Así la mamá de Bobby Watson, Bobby, podría volver a casarse. ¿Tiene a alguien en vista?

SR. SMITH: – Sí, a un primo de Bobby Watson.

SRA. SMITH: – ¿Quién? ¿Bobby Watson?

SR. SMITH: – ¿De qué Bobby Watson hablas?

SRA. SMITH: – De Bobby Watson, el hijo del viejo Bobby Watson, el otro tío de Bobby Watson, el muerto.

SR. SMITH: – No, no es ése, es otro. Es Bobby Watson, el hijo de la vieja Bobby Watson, la tía de Bobby Watson, el muerto.

SRA. SMITH: – ¿Te refieres a Bobby Watson el viajante de comercio?

SR. SMITH: – Todos los Bobby Watson son viajantes de comercio.

SRA. SMITH: – ¡Qué oficio duro! Sin embargo, se hacen buenos negocios.

SR. SMITH: – Sí, cuando no hay competencia.

SRA. SMITH: – ¿Y cuándo no hay competencia?

SR. SMITH: – Los martes, jueves y martes.

SRA. SMITH: – ¿Tres días por semana? ¿Y qué hace Bobby Watson durante ese tiempo?

SR. SMITH: – Descansa, duerme.

SRA. SMITH: – ¿Pero por qué no trabaja durante esos tres días si no hay competencia?

SR. SMITH: – No puedo saberlo todo. ¡No puedo responder a todas tus preguntas idiotas!

9.2.11

Querés cambiar de celular?

LA MADUREZ
Interesante artículo del New York Times, merecedor de una discusión: 
"Son motivo de vergüenza celulares sencillos???
El texto cuenta la experiencia de Chris Glionna, supervisor de restaurantes de una conocida compañía, con su viejo celular. 
Como el teléfono le daba el servicio necesario, no le preocupaba que estuviera fuera de moda. Pero... (siempre hay un pero) sus colegas lo molestaban y se burlaban cuando extraía su "pisapapeles" del maletín. 
Llegó a sentirse tan avergonzado que hace un par de meses lo cambió por un BlackBerry. 
Dice así el Dr. Alejandro Morton: 
La Crisis  en el mundo se debe, entre otras cosas, a la inseguridad que las personas tienen en ellos mismos; su continua necesidad de comprar jamás será satisfecha porque esperan que la satisfacción personal venga de lo comprado, y jamás será así.
A nivel social no nos hemos dado cuenta de que ese impulso descontrolado por comprar es, en el fondo, la causa profunda de la crisis económica que ha cundido ya por todo el mundo, alimentada por un sistema financiero insaciable que facilitó recursos para que compraran quienes no tenían con qué.

Pocas cosas hay más tensionantes que tratar de mantenerse a la moda en ropa, calzado, accesorios, tecnología, viajes, comidas, restaurantes, casas, muebles, autos y todo lo añadible. 
Quien tiene dinero en exceso puede comprar, usar y desechar, pero quienes vivimos sujetos a un presupuesto, debemos cuidar qué compramos y entender por qué y para qué lo compramos.

En efecto, la presión social existe, pero debemos preguntarnos cuánto nos presiona y cuánto nos dejamos presionar???

 
¿Cuál es el problema de que se rían de nuestro celular viejo? 
La risa es buena y si no les gusta el celular, pueden bromear a costa de él y criticar el aparato, a su dueño o a ambos. 
El problema es de ellos, no del dueño del celular, a menos que éste lo acepte. 

Desafortunadamente hoy día uno se refiere a las personas por sus posesiones:  "Es el chavo del convertible rojo" o "La señora que usa ropa de marca y tiene una casa enorme" o "Es el director que siempre anda a la moda". 

Es decir, su personalidad no emana de lo imprescindible, sino de lo prescindible. 
Lo  primero no se compra en ningún lado; lo segundo en cualquiera, si se tiene los medios para hacerlo. 

Un amigo muy cercano es multimillonario, pero nosotros lo averiguamos por accidente tras años de conocerlo. 
Es sencillo, generoso, adaptable a todo y disfruta lo disfrutable. 
Jamás presume y nunca hace alarde de nada, porque tiene muy claro qué cosas son importantes en su vida. 

Las trampas de la presión social siempre han estado ahí. 
Caen en ellas quienes no se conocen a sí mismos y tienen una escala de valores centrada en lo social, y en su desarrollo han tenido carencias afectivas. 

El vacío personal no lo llena ni los closets repletos, ni los carros lujosos, ni las joyas exclusivas, ni los accesorios de lujo. 
La satisfacción de los consumidores insaciables no viene de poseer las cosas, sino de presumirlas ante los demás.
¿Tiene usted un celular del que sus "amigos" se ríen cuando lo usa? 
Ríase con ellos y úselo hasta que guste.  

¿Le duelen las burlas? 
Entonces... 
Cambie de amigos, no de celular!